Efectivamente: el veneno está en la dosis. Se ha probado muchas veces y de muchas maneras. La más graciosa esa que cuenta Chicho Sánchez Ferlosio en el documental (“Mientras el cuerpo aguante”) que le dedicó Fernando Trueba en 1982. Dice, más o menos, así: “Me lo contó mi hermano (no concreta cuál de ellos, pero el dato no hace al caso). Dos tíos (dispuestos a comparar su resistencia, supongo yo) se apostaron a que uno se comía una palangana de lentejas y el otro un ladrillo a cachitos. Pues bien, el de las lentejas se murió, en cambio el del ladrillo sobrevivió”. Claro, la dosis de ladrillo no era excesiva. Chicho, nacido en 1940, cargó precediendo a sus apellidos con la retahíla de “José Antonio Julio Onésimo”, nombres todos ellos en homenaje a fundadores de la Falange, entre los que se contaba su padre. Excesiva dosis de veneno que él logró contrarrestar respondiendo toda su vida a la sencilla voz de “Chicho”.