Un escultor de relumbrón comienza a trabajar un bloque de mármol de buena calidad. No utiliza dibujos previos, se supone que tiene la idea muy clara: la figura deseada vive en el interior del bloque, únicamente hay que quitar el material sobrante para descubrirla (Miguel Ángel dixit). Así de fácil. Por prudencia desecha las herramientas eléctricas y se aplica con ganas a la maza y al escafilador, los punteros, el cincel y las cuñas, martillea con el trinchante y la pica, usa la gradina, emplea la lima y el cepillo metálico… Poco a poco va deshaciendo el bloque, pero no aparece ninguna figura. Pica y pica y sólo encuentra un gran desaliento, éste dentro de sí mismo. Finalmente el bloque ha desaparecido, sólo queda una escombrera de cascotes y polvo blanco. Una vez más le han engañado o él no ha entendido el mensaje.