Sonó el teléfono y descolgué con desconfianza (estaba acostumbrado a desentenderme lo antes posible de cualquier oferta telefónica). Entonces una dulce voz me dijo:
–Buenas noticias. Ha sido seleccionado para la reencarnación.
Me quedé pensativo y preocupado, aunque era posible, no tenía ningún indicio de que ya estuviera muerto. Y tampoco estaba seguro de que reencarnarse fuera tan buena noticia.