PETER WEIS Y UNA IDEA

Un buen día me compré en la librería (de aspecto parisino) de la calle Fuenclara un libro de título prometedor: Adiós a los padres (en aquel tiempo nos queríamos ir de casa cuanto antes), el autor era un tal Peter Weis. Después apareció Punto de fuga su continuación. A partir de entonces yo era un ferviente lector de todo lo que veía con su firma. La aparición de Marat-Sade o La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representada por el grupo teatral de la casa de salud mental de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade (su título completo) en teatro: Marsillac, o en cine: Peter Brook, fue toda una fiesta. Hay muchas cosas que me han pasado por la cabeza, que creo debería haber hecho y nunca las hice. Una de ellas era haber visitado (o intentarlo al menos) a Peter Weis cuando me enteré de que vivía en algún lugar de Suecia. Cuando le dije a Ramón (estocolmense desde hacía años): podríamos ir a visitar a Peter Weis. Ramón se puso a imaginar cómo sería la casa y de paso la vida del escritor: será discreta y sin ostentación pero moderna, tendrá unos muebles escogidos pero sencillos, tendrá su buena biblioteca y su buena selección de discos y también una buena colección de obras de arte… Ni más ni menos que la casa y la clase de vida que a él le parecía ideal y a la que aspiraba (dentro de sus posibilidades). No sabíamos en qué lugar de Suecia vivía Peter Weis, pero hubiéramos podido indagar. Nunca fuimos a visitar a Peter Weis, esa idea se nos fue de la cabeza. Solo era una idea.

Marat-Sade

Marat-Sade