UNA BATALLA

Era una guerra despiadada. Hasta entonces la humanidad no había conocido nada semejante. La ofensiva estaba preparada con todo detalle. Los mandos responsables pretendían que esa iba a ser la batalla definitiva. El comienzo estaba fijado para las seis de la mañana del 3 de marzo, pero los planes de los generales se fueron al traste. Una lluvia ligera saludó los preparativos la noche anterior, pero despuntando el día el temporal ahogaba el campo en aguas torrenciales. Todo fue aplazado para el día siguiente. Gracias a esa lluvia (que muchos maldijeron) los que iban a morir ese día pudieron vivir todavía unas horas y, entre ellos, algunos sobrevivieron.