UNA MISIÓN

Se me encomienda acompañar a una jirafa ciega para que participe en unas elecciones al senado. La misión no es sencilla: cuidado, ahora viene un bordillo, sube la pata, un semáforo a la derecha, ladea la cabeza hacia la izquierda, la rama de un árbol delante, agáchate un poco más… Así durante todo el trayecto. Al fin consigo colocarla ante la urna que le corresponde por su apellido y cuando ya iba a introducir su voto, un apoderado se niega a admitirlo: que en qué se iba a convertir esto si ya votaban hasta las jirafas, decía el muy bonobo. Por suerte el presidente de la mesa, un muflón de buen tamaño que los tenía bien puestos (y resuelto conocedor de la ley electoral) se mantuvo inflexible: las jirafas también votan si reúnen los requisitos y tienen la edad.