LA TARDE EN QUE PUDE HABER HABLADO CON MIRÓ (el pintor)

Pude haber tomado el autobús urbano en algún lugar de la zona alta (que no hace al caso), y bajaba ya por la Rambla de Cataluña cuando a la altura de la calle Mallorca pude ver al hombrecillo que podía ser Miró (el pintor). Me pude haber bajado en la siguiente parada, la más próxima y retroceder entonces Rambla arriba hasta la calle Mallorca. Para entonces Miró (el pintor) pudo haber alcanzado ya el Paseo de Gracia o pudo haber subido Rambla arriba a comerse una ensaimada en la pastelería Mauri, o quizá pudo haber retrocedido por la calle Mallorca (habría olvidado algo en una de las galerías) o tal vez pudo haber entrado en una zapatería o pudo haber intentado resolver un encargo de su mujer en una de las tiendas de lencería fina, o ¿por qué no? pudo subir al Consulado de Marruecos para de alguna manera solventar cualquier duda relacionada con la vegetación natural o la población del monte Atlas. La triste realidad es que esa tarde aunque pude haber hablado con Miró (el pintor), realmente no pude hacerlo.